De chiquillos, crecimos en una zona de campo, donde lo mas común era que nos juntáramos con los vecinos y algunos de nuestros primos, cuando nos visitaban en el verano, para salir al potrero de los Solís, conocido como el cerro, que tenía la gran atracción de que podíamos usar las tablas de resbalar. Sí, para los que lo recuerdan, son unas tablas de balsa, que se usaban para chorrear las vigas en las casas del pueblo, madera muy suave pero muy noble que pesa poco. Nosotros le poníamos cera Rex, de la que se usaba en el campo para limpiar y poner brillante el piso "lujado", algo común en las casas humildes antes de que llegaran los pisos de cerámica, aquellos que compraron primero los dueños de fincas, los "riquillos" del pueblo como le decíamos allá . Era tan buena, nos decía la vecina, que inclusive algunas señoras podían sacarle brillo hasta el propio piso de tierra que recuerdo en algunas casas daba gusto verlo.
Nuestra intensión era, que las tablas quedaran brillantes por abajo y así resbalaran más rápido, Claro, cuando nos encontraba mi hermana o mi madre, nos daba una gran regañada por gastarle la cera y no quedaba más, que usar boñiga seca, de caballo o de vaca, para pasarle a las tablas. Funcionaba bien, pero algunos de los primos de la ciudad, les daba asco el usar boñiga para acelerar el brillo y la velocidad de las tablas de resbalar, así que era más el uso y pasar por la misma vereda de las otras tablas, lo que iba generando un brillo acaramelado en ellas y mayor velocidad al bajar resultaba después.
No en pocas ocasiones bajábamos a tal velocidad que terminábamos el viaje "enjorquetados" en una de las cercas que dividían el potrero, del naciente. Si, éste último, dónde, por obra y gracias de Dios, se decidió en algún buen gobierno del siglo pasado, que se extrañan en este siglo XXI, no cortar el bosque y proteger el agua con una ronda de árboles y maleza, que garantizara su mantenimiento para las futuras generaciones. Es una lástima que hoy en día, muchos de esos chicos de nuestra edad, no tengan esa oportunidad de convivir con la naturaleza como lo hicimos en nuestra generación. Espero que hagan una parad de "POKEMONES" en el potrero, haber si algunos al menos pueden admirar la belleza del ambiente natural que tenemos allá. Recuerdo que había un camino entre la salida del potrero y el naciente, pero la mayoría de las tablas paraban antes, en una especie de "llanadita" que se hacía al final de la parte alta de la montaña.
Este juego de niños nos hizo tener muchos compas, amigos del pueblo y algunas veces primos o allegados que cuando venían a pasear se nos unían en tan fantástico viaje. Se trataba de competir pero también de divertirnos y por lo general el juego terminaba cuando alguno de todos sufría algún golpe fuerte y debíamos cargarlo a la casa o ayudarlo para pasar por un Cofal y una aspirina, algo común en los pueblos cuando por alguna razón, se golpeaba uno alguna pierna o brazo. La verdad que todos nos cuidábamos, unos a otros y la gran mayoría de las veces sólo quedábamos exhaustos de subir y bajar del monte, con la tabla a cuestas. Cierto que llegábamos a la casa a la hora de la comida, por lo general nos esperaba la tradicional sopa de mondongo, la holla de carne o en uno que otro día especial, una sopa negra con plátano verde; acompañada de una aguadulce para recuperar energía y volver a la escuela temprano, el día siguiente.
Todos sabíamos que las tablas eran muy rápidas y que cuando íbamos dos en ella, bajábamos tan rápido que terminábamos en la naciente, pero claro, nunca faltaba alguno en atreverse a montarse en la parte de atrás. Cuando eso sucedía, todos los demás le decíamos que debía tirarse de la tabla antes de terminar, porqué si bien podría llevarse un "chollón en las nalgas" o una revolcada en el zacate, era mucho mejor eso que pasar al otro lado y caer entre las espinas de las moras o peor aún, chocar contra los arboles de "jorco", muy comunes en aquella zona de Grecia por ese tiempo.
Pero claro, no hay peor sordo que el que no quiere oir, siempre pasaba que alguno se creía más listo que la gravedad y bueno, terminaba con un brazo o una pierna quebrada y alguno que otro diente flojo. Todo por no escuchar la vos de la experiencia. Algo parecido nos pasa a los ticos con los políticos de hoy, tenemos memoria corta o simplemente se nos endulza el oído y terminamos votando en manada por el menos capacitado para gobernar. Qué raro, nos decía mi tía cuando regresábamos con alguno medio golpeado, nadie aprende por cabeza ajena. Ustedes, deberían hacer algo mas productivo, como ayudarme a desgranar el maíz o ir a juntar café seco, en ves de estar jugando todas las tardes en ese bendito cerro.
Dr. Leiner Vargas Alfaro
Desde El Trapiche, Aalborg, Dinamarca.
Nuestra intensión era, que las tablas quedaran brillantes por abajo y así resbalaran más rápido, Claro, cuando nos encontraba mi hermana o mi madre, nos daba una gran regañada por gastarle la cera y no quedaba más, que usar boñiga seca, de caballo o de vaca, para pasarle a las tablas. Funcionaba bien, pero algunos de los primos de la ciudad, les daba asco el usar boñiga para acelerar el brillo y la velocidad de las tablas de resbalar, así que era más el uso y pasar por la misma vereda de las otras tablas, lo que iba generando un brillo acaramelado en ellas y mayor velocidad al bajar resultaba después.
No en pocas ocasiones bajábamos a tal velocidad que terminábamos el viaje "enjorquetados" en una de las cercas que dividían el potrero, del naciente. Si, éste último, dónde, por obra y gracias de Dios, se decidió en algún buen gobierno del siglo pasado, que se extrañan en este siglo XXI, no cortar el bosque y proteger el agua con una ronda de árboles y maleza, que garantizara su mantenimiento para las futuras generaciones. Es una lástima que hoy en día, muchos de esos chicos de nuestra edad, no tengan esa oportunidad de convivir con la naturaleza como lo hicimos en nuestra generación. Espero que hagan una parad de "POKEMONES" en el potrero, haber si algunos al menos pueden admirar la belleza del ambiente natural que tenemos allá. Recuerdo que había un camino entre la salida del potrero y el naciente, pero la mayoría de las tablas paraban antes, en una especie de "llanadita" que se hacía al final de la parte alta de la montaña.
Este juego de niños nos hizo tener muchos compas, amigos del pueblo y algunas veces primos o allegados que cuando venían a pasear se nos unían en tan fantástico viaje. Se trataba de competir pero también de divertirnos y por lo general el juego terminaba cuando alguno de todos sufría algún golpe fuerte y debíamos cargarlo a la casa o ayudarlo para pasar por un Cofal y una aspirina, algo común en los pueblos cuando por alguna razón, se golpeaba uno alguna pierna o brazo. La verdad que todos nos cuidábamos, unos a otros y la gran mayoría de las veces sólo quedábamos exhaustos de subir y bajar del monte, con la tabla a cuestas. Cierto que llegábamos a la casa a la hora de la comida, por lo general nos esperaba la tradicional sopa de mondongo, la holla de carne o en uno que otro día especial, una sopa negra con plátano verde; acompañada de una aguadulce para recuperar energía y volver a la escuela temprano, el día siguiente.
Todos sabíamos que las tablas eran muy rápidas y que cuando íbamos dos en ella, bajábamos tan rápido que terminábamos en la naciente, pero claro, nunca faltaba alguno en atreverse a montarse en la parte de atrás. Cuando eso sucedía, todos los demás le decíamos que debía tirarse de la tabla antes de terminar, porqué si bien podría llevarse un "chollón en las nalgas" o una revolcada en el zacate, era mucho mejor eso que pasar al otro lado y caer entre las espinas de las moras o peor aún, chocar contra los arboles de "jorco", muy comunes en aquella zona de Grecia por ese tiempo.
Pero claro, no hay peor sordo que el que no quiere oir, siempre pasaba que alguno se creía más listo que la gravedad y bueno, terminaba con un brazo o una pierna quebrada y alguno que otro diente flojo. Todo por no escuchar la vos de la experiencia. Algo parecido nos pasa a los ticos con los políticos de hoy, tenemos memoria corta o simplemente se nos endulza el oído y terminamos votando en manada por el menos capacitado para gobernar. Qué raro, nos decía mi tía cuando regresábamos con alguno medio golpeado, nadie aprende por cabeza ajena. Ustedes, deberían hacer algo mas productivo, como ayudarme a desgranar el maíz o ir a juntar café seco, en ves de estar jugando todas las tardes en ese bendito cerro.
Dr. Leiner Vargas Alfaro
Desde El Trapiche, Aalborg, Dinamarca.
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