Desde
El Trapiche: Un día en el cafetal
No
se cuántos costarricenses se recuerdan lo que es un día en el cafetal. Es tal
vez un recuerdo reciente para algunos y quizás algunos, de los que lean este
artículo del blog, no hayan tenido esa grata experiencia de pasar un día de su
vida en el cafetal. Empero, para recordar o para conocer quiero contarles un
poco de lo que se vivía en los años ochentas, “Un día en el cafetal”.
Eran las 4:30 de la mañana y el gallo
pinto ya empezaba con su "qui ri ri qui". Era 27 de Noviembre y en
plena cogida buena, -como se le dice en el campo a la etapa en que se madura el
café "parejito"-, no había mucho tiempo que perder. Lía levante a los
chiquillos que hay que llegar tempranito o sino nos dejan lo peor del corte, -la
cogida del café se realiza por medio de las calles de café que van en líneas
generalmente de unos 100 metros, según sea la finca y cuando se pasa a una
nueva finca o área, se le llama cambio de corte-. Así es, luego de un cafecito
caliente y unas tortillitas con natilla fresca, hechas en la cocina de leña y
palmeaditas a mano, a buscar el canasto, -por lo general hecho de canastilla,
una fibra sacada de una mala hierba que crece en las veredas de los ríos o en
la montaña-, los sacos, -se acostumbra en las fincas de ese tiempo que cada
quién llevara los sacos, que por lo general eran los mismos que se usan para el
abono del café y que permiten hasta 4 medidas o cajuelas de café por cada uno-,
la jícara o calabazo con agua; cuesta arriba nos íbamos rumbo al cafetal.
A las 5:00 de la mañana llegamos al
cafetal, había un corte estupendo, las ramas del café caturra de tres años de
edad, estaban dobladas por la cantidad y en algunos sitios el café parecía
morado, -como el equipo de mis amores-, más que rojo o amarillo, color natural
del café maduro. Era una verdadera delicia de cafetal, bien paleado y raspado
hacia la raíz de las plantas del café y sembrado correctamente en calles que
por lo menos tenían 100 metros de largo cada una. Era aún temprano y se había
hecho una pequeña y fina capa de roció en el cafetal, del sereno de la noche
anterior. Sí, ya era “casitico”
navidad y los nortes, ya nos traían algunos días frescos, que por la noche hacen
sentir el clima como en Fraijanes, ese lindo pueblo en la vereda hacía el
Volcán Poás, dónde puedes disfrutar de las fresas en toda su dulzura y sabor.
Qué
frío, los primeros minutos de la cogida lo ponen a uno a temblar, pero
con aquellas ramas y bandolas llenas de café maduro y con el sueño en la mente
de las compras de navidad que ya se acercaban, la verdad que luego de unos
cuantos minutos se olvida el frío y te concentras en aquello, que será por lo
menos 10 horas seguidas, hasta las 4 de la tarde, coger café.
De verdad que es cierto, el cafetal es
un ecosistema maravilloso, aparece de todo y muchas veces, si te descuidas
puedes tener desde un panal de papelillo en tu cara, un gusano de ratón y hasta
una serpiente que se cae en tu canasto, de esas verdes como de un metro y medio
que acostumbran casar ratones arrolladas en las ramas del cafetal. Ni que decir
cuando aparecen los nidos de todo tipo de aves o una cueva de armadillo, si
supieran ustedes la cantidad de bichos que aparecen, chapulines y claro, cerca
de los potreros también muchas chizas y zorros, de esos que también de ves en
cuando se comen en el campo, al menos en las cantinas cuando no hay mucha carne
de res o cerdo en el mercado.
Cada
día, una aventura diferente; pero de todas esas, lo mas duro era que te picara
un gusano de ratón. Es que hay que sentirlo para saber de que se trata, duele
hasta el alma, decían algunos cuando de carajillo le intimidaban para evitar
que la curiosidad lo llevase a uno, a tocarlos. Son animales bonitos, gusanos
del tamaño de medio dedo y color café, con partes blancas o cremas, son como
algunos políticos de hoy en día que hay que conocerlos para saber que tan malo
son. Por lo general, se esconden por debajo de las hojas, por lo que es muy
difícil anticiparlos o verlos. Al final, si te tocó salado, te pasas el día
entero con un dolor muy fuerte y hasta seca, -como le dicen en el campo cuando
el espasmo muscular te llega hasta el hombro de la mano-. Si te toca el gusano
de ratón ni modo, por mas buenas las cogidas te perdiste el día, a la casa a
tomarte una aspirina y descansar, porque duele que da gusto.
Cuando las cogidas están buenas como “hoy”,
nadie te habla, ya que no quieren perder tiempo y aprovechar para ganarse los “cinquitos”
para navidad, nos decía Don Julio, el mandador de la finca. A las 6:30 am llegó
el tractor, -es que el campo se acostumbra que durante las cogidas de café las
familias viajen en la carreta pegada al tractor o chapulín, es una ventaja
especial que la ley de tránsito permite para ese tiempo de cosecha y que por lo
general, los dueños de la hacienda aprovechan para llevar la carreta, dónde por
la tarde noche se traerá el café del día-. La gritería es fuerte, niños de casi
todas las edades, mujeres y hombres, se bajan rápidamente a empezar la faena.
Empero,
es que pasa de todo en el cafetal, ese día en particular era para no olvidar. A
doña Teresa se le olvidó el almuerzo en la casa y “ahora, que vamos a hacer. le
decía a sus dos hijos menores y a su hija Rita”, Dios sabrá, le decía su vecina
con cariño, ya vas a ver, ahorita nos encontraremos un banano o un palo de
naranja y ya veras, quedamos mejor que con el almuerzo. De verdad era cierto,
en el cafetal se combinaba la siembra de banano, guineo, plátano y muchas
frutas, como la naranja, el limón dulce, la guaba, guayaba y otros tantas más.
Era común encontrarse la huaca, -que los peones simplemente bajaban el racimo
de banano, lo ponían en la raíz de la mata y lo tapaban con hojas para que con
el calor del día, se madurara-. Que rico que era, son como cincuenta bananos y
todos "pecositos" decía la vecina, no te preocupes que con eso y un
par de naranjas, la pasamos bien para llegar a la casa.
A las nueve de la mañana, ya cuando el
sol empieza a ponerse fuerte y en el cafetal se seca del rocío del día anterior,
se hace el tiempo del almuerzo. ¡Qué “rico”!, ya las tripas no dan después de
tanto esfuerzo y de sacar dos o tres sacos de café, se hace necesario un
descanso y un almuerzo a la tica, si de esos que se comen, en el cafetal. En
aquella época se acostumbraba dejar, al más pequeño de la casa, -se
trataba del hijo menor que tuviese entre los 5 y los 9 años-, que durmiera un
ratito más y que se fuera a dejar el almuerzo como a las 8 30, para que los
mayores lo recibieran "calientito". Se acostumbraba la alforja, hecha
de mecate, que se colgaba en el cuello y por las dos partes, lleno de comida.
De un lado la “portavianda”, -una estructura de aluminio, que tiene por lo
general tres compartimentos, para poner los distintos componentes del almuerzo-
y del otro lado, las bebidas, que eran por lo general eran, una botella de
fresco de avena con azúcar o de chan y en algunos casos, una media de café con
leche, bien "calientito", como se acostumbra en el campo.
¡Que
rico!, abrir la portavianda y encontrarse con un delicioso casado campesino. En
la parte de arriba, torta de huevo con cebolla, picadillito de chayote con
elote tierno, guisado le dicen en la zona y claro, un buen gallo pinto, con
plátano maduro. Algunas veces, combinado con aquello, un gallito de chorizo o
de salchichón, -clásico embutido de carne que se come en la zona de campo del
Valle Central de Costa Rica-. Al final y en la parte de atrás, siempre venía un
pedazo del sobado, dulce hecho de melaza fresca y preparado en la canoa con
maní, apenas y antes de pasar el dulce a la batea del trapiche, de dónde sale
la tapa de dulce, famosa en esa zona de Puriscal.
Es que es cierto, en el cafetal se
hablaba de todo, de política, de fútbol y claro, no faltaban los chismes. Los
chismes del pueblo eran repasados uno por uno y por supuesto, a todo se le
ponía cola, como se acostumbra en el campo. Recuerdo las historias de aquella
época. Era la primera elección de Oscar Arias, "ese carajillo malcriado
que decía Don Pepe”, se le quiere meter en medio a Castillo y que seguro piensa,
que lo dejaremos ser Presidente. Apenas y está saliendo de la Universidad, que
se cree ese wila, decía por allá otro de los señores de edad avanzada" Así
recuerdo haber escuchado por primera ves hablar del ex-presidente Arias.
También era una época de grandes debates sociales y se hablaba de la guerra y
de que el Frente Sandinista estaba, no muy lejos ahí cerquita de San Ramón,
entrenando a sus soldados para llevarlos a pelear con el viejo Somoza, ese
dictador Nicaragüense de la época, nos decía otro que decía estar muy bien
informado de lo que pasaba con los rojillos, -como se les decía a los
vinculados con el partido de izquierda de aquella época-.
En
medio de todo, empezó la música, es que a mas de uno le daba por cantar, casi
siempre rancheras y eso que hoy en día le dicen “Karaoque”, yo lo conocí en el
cafetal hace, ya hace muchos años. Ya va siendo hora del un cafecito, ya
empezaron a “desvariar” decía mi papá, es que el sol está muy fuerte y seguro,
como vienen sin sombrero ese “wila” ya se cree Vicente, decía por ahí el vecino
de Doña Matilde, que casi nunca hablaba, pero que cuando lo hacía, nos dejaba a
todos “callladiticos”.
Que duro se hacía la tarde en el
cafetal, ya el sol picaba fuerte y apenas es la 1, todavía quedan al menos tres
horas de cogida. Que pereza, mañana hay que juntar la calle decía mi prima, -es
que antes de poder pasar el corte y seguir con la siguiente calle de café se
debe llamar al mandador o guía del cafetal y entregar la calle-. Si, el
mandador, -persona de confianza de la finca que se encargaba de vigilar que
existiera orden y que se dejara adecuadamente cogida y juntada la calle, para
no desperdiciar nada de la cosecha-. Bueno, por ahora hay que seguir. Las matas
de café caturra daban casi media cajuela cada una, tienen cuatro o cinco hijos
o ramas y producen hasta en el tronco, nos contaba Melíco, con lujo de
detalles, el sabía de todo sobre el café. Es una variedad nueva nos decía mi
padre, entendido en esas lides del café, que se mezcla entre rojo y amarillo y
parece la bandera del Herediano, cuando en Noviembre se madura y se combina en
el canasto, si, efectivamente en el cafetal.
Ya son casi las 4 de la tarde, faltan
dos horas para la llegada de la noche y ya se escucha la gente salir del
cafetal. A medir gritan desde el fono de la finca, si es la hora de medir, una
a una van saliendo las familias y colocan el café a la vereda del camino, dos o
tres paradas distintas para que pase la carreta y la medida, donde se va
midiendo la cantidad de café que las personas recolectaron y se les entrega a
cambio, los boletos, -una especie de moneda propia de cada finca de la zona y
que se pueden cambiar el día sábado, en la casa del dueño de la propiedad-.
Cansados y luego de medir, nada mas queda, esconder el canasto, para no tener
que traerlo el día siguiente y camino abajo, a la casa, a descansar.
De
seguro nos espera una "sopita de mondongo" o "una ollita de
carne", las comidas típicas de la región de Grecia y que permitían
recuperar las fuerzas para el día siguiente. ¡Vieron que le gané a Fulano!, que
tanto se creía muy rápido decía mi hermano, ¡es que no sabe con quién se mete!,
le decía mi hermana gemela, que venía detrás, hasta yo cojo más que él y eso
que venía una hora y media después.
El sol se ponía rojizo y los parches
anaranjados en el cielo, -celajes decía mi abuelita-, ya anunciaban la llegada
del niño. Si, el niño, -la forma clásica que le decían en el campo a la
celebración de la navidad-, uy que bien que está la cogida, si seguimos así, de
seguro que en navidad nos vamos a poder poner trajes nuevos y hasta nos van a dar
un gustillo para viajar a Puntarenas. Cierto, cuando se acabe esta cosecha,
decía con gran alegría mi tía Berta, ¡nos vamos para el puerto!-que en ciertas
épocas se venía a vivir con nosotros para aprovechar la cogida buena y ayudar a
la casa-. ¡No, no, no!, solo los que cogen hasta la repela tienen derecho al
viajecito, decía Rubén, un solterón medio mal humorado, que acompañaba a la
familia y que era compañero de cacería de mi papá. Ah, que historias aquellas,
de un
día en el cafetal.
Dr. Leiner Vargas Alfaro
Blog: Desde El Trapiche.
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