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Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Existen dos tipo de economistas según lo que he encontrado a lo largo de mi carrera, aquellos que tienen una fe ciega y dogmática en el funcionamiento de los mercados y los que no. Los segundos, de multiples vertientes y escuelas de pensamiento, asumen el mercado como uno más de los tantos modelos que permiten explicar, en ciertos momentos, los fenómenos sociales detrás de las actividades económicas. Digo esto, porqué si bien tenemos un disciplina económica aún adormecida y poco vinculada a la realidad social de nuestro tiempo, el peor problema es que muchas veces quienes se asumen como destinatarios de la verdad absoluta no están conscientes de los débiles, ideológicos y poco sustantivo que son sus bases y sus argumentos. Empero, es peor aún cuando quienes intentan recetar la política pública de un país, han pasado ligeramente y con descuido, por el estudio de la ciencia económica. Conozco algunos de ellos en el país, muchas veces abogados y uno que otro, ingeniero, que se sienten con la valentía de recomendar políticas públicas con la Biblia neoclásica en la mano, como si fuese esa una profecía por cumplir y si no existiese, como las hay, tantas buenas y nuevas formas de aproximarse al pensamiento económico y la realidad social de un país.

Conocía del pensamiento de Don Thelmo Vargas, hace ya casi treinta años, siendo estudiante de Economía de la UNA y teniendo, como me tocó, que defender el presupuesto universitario y las instituciones públicas nuestras de la pretendida privatización, propuesta desde aquel entonces, por Don Thelmo y un grupito selecto de economistas liberales, que veían como enemigo número uno al Estado Social costarricense. Luego de tres décadas de malos recetarios y de claros fracasos en América Latina y en el mundo,  luego de haber culminado con una de las peores crisis económicas que ha sufrido la humanidad, producto de las falsas promesas de esos libertarios en aquel momento en lo más alto del poder mundial, ahora vuelven al púlpito con la Biblia  en la mano, a recetar más mercado al país, cómo si nada hubiese pasado y cómo si su discurso ideológico y llenos de supuestos falsos y caducos, no hubiese pasado de moda.


En Grecia y desde el trapiche, como nos contaba mi abuelo, "aunque la mona se vista de seda, mona se queda". Sigue siendo un discurso claramente incompleto, falseado por los supuestos y lleno de tautologías e ideología. Hacer política pública con ese recetario añejo y falto de condimentos sociales no favorece a un país, que claramente requiere un norte claro, pero poco o muy poco le ayuda poner las velas en esa dirección. Ciertamente, el Estado actual de las cosas no puede seguir de la forma en que está, se requieren mejoras en el sistema democrático que permitan nuevos acuerdos sociales de largo plazo en temas urgentes, muchos de ellos no resueltos o dislocados por la falsa promesa de la liberalización y la apertura de los mercados. Mejor Estado y mejor democracia es urgente en Costa Rica, empero, recetarle más mercado a una sociedad desigual y con alto desempleo como la nuestra, sería como enviar a un enfermo de pulmonía a bañarse en una piscina a 8 grados de temperatura. Antes de volver a tomar su púlpito, deberían revisar con cuidado la historia económica de los últimos treinta años en América Latina y el mundo, revisar la literatura económica basta y clara sobre las grandes fallas del discurso neoliberal que los hoy libertarios pretenden poner a flote. Mucho cuidado debemos tener de llevar el debate social y económico de nuestro tiempo otra ves por esos mismos caminos de confusión.

Dr. Leiner Vargas Alfaro
Desde el Trapiche, Aalborg Dinamarca.

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