Seguramente a todos los de nuestra generación les quedaron gravadas muchas imágenes de la infancia rural del Valle Central de Costa Rica. Una de ellas sin duda, es el trapiche. Ver fascinados como se va moliendo la caña de azúcar para convertirse en un caldo entre amarillo y verde, según la variedad que se trate y mirar como artesanalmente, se va limpiando el caldo hasta quedar en una miel de dulce. No sin antes pasar por la cachaza, las espumas y el punto, ese sabroso bocado de miel que tradicionalmente se sacaba con la mano desde la paila ardiente. Todos los que conocimos un trapiche sabemos que por debajo de toda aquella escena estaba la hornilla, un lugar caliente donde se iba alimentando con bagazo y leña, hasta llegar al momento culminante en que se pasaba la miel a la canoa, donde se bate y se prepara finalmente para pasar a las bateas con la forma de tapas de dulce. Este proceso industrial muy básico que le permitió de comer a muchos de nuestros campesinos no terminaba sin...
R ecuerdo que la tradición del ayuno venía de muchas generaciones atrás, poco a poco se había convertido en una tradición de no comer carne, al menos así nos decía mi mamá y nos enredaba el día con solo dos comiditas, una tortilla con manteca y sal en la mañana, un almuerzo soltero, es decir, un almuerzo sin carné que parecía bastante austero y en la tarde, una sopa de pan o sopa de tortillas calientes con frijoles negros fríos. El miércoles de ceniza era prohibido en casa hablar del prójimo, claro esa tradición de comentar lo que sucedía en aquella pequeña aldea en la que vivíamos. Que torta, porque si no se come carne tampoco se permite comerse al prójimo decía con voz fuerte y clara desde su lugar más sagrado, el fogón de adentro de la cocina. Tampoco es permitido visitar a la novia o andar jugando bola tan tarde, recuerden que a las 6 se sirve la sopa y quién no este no come, cuidadito con andar de golosos en la pulpería de carreta, así le decían de cariño los vecinos al pulpe...